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La ley no es la solución, la educación, sí.

Actualizado: 30 mar 2020

Aunque pensemos que este es un tema que no nos incumbe, lo cierto es que sí. Mientras tú lees esto, hasta mil niñas podrían haber sido sometidas a una operación rudimentaria de ablación de clítoris, ejecutada por su abuela, su madre, una tía, una anciana del poblado, o incluso una profesional sanitaria.


Las cifras son estas: 200 millones de mujeres han sido sometidas a la mutilación genital y al menos medio millón se han producido aquí en Europa.

La estimación es que 3 millones de niñas están en riesgo cada año.

La ablación, es una de las violaciones más grande que existen a día de hoy hacia la mujer. Se me hace prácticamente imposible imaginarme una sociedad configurada en torno a este tipo de creencias.

Estoy segura que muchas de las familias que lo practican, no son tan siquiera conscientes del daño que causan a las pequeñas. Están nublados por una creencia que a veces supera su propio raciocinio, por eso es tan importante la educación.


En la década de los noventa, los Gobiernos empezaron a tomar medidas con respecto a esta situación. Pero lo cierto, es que la experiencia ha demostrado que cambiar las leyes no significa en absoluto, acabar con ciertos comportamientos de la población. Es por eso que el compás de la educación debe ir al ritmo de las leyes para que estas puedan resultar del todo efectivas.


La educación, basada en la consciencia de ser plenamente dueñas de su salud sexual y reproductiva, así como de tener en cuenta los derechos que llevan asociados, tales como la libertad de elección sobre tu propio cuerpo. Si esto se consigue, las niñas podrán cuestionarse el mundo que las está rodeando.


La activista masai Nice Nailantei Leng'ete trabaja con Amref Salud África para conseguir que haya ritos alternativos del paso de la infancia a la madurez que no incluyan la mutilación genital femenina. Esto es importante, porque ofrece una alternativa a estas sociedades.


Ella escapó dos veces de ser mutilada, la primera con su hermana: "Te despiertan a las cuatro de la mañana, te dan una ducha fría, con la que dicen te van a anestesiar para el ritual, y no puedes moverte, llorar o quejarte del dolor o avergonzarás a tu familia. Para huir, corrimos por el bosque porque no podíamos hacerlo por la carretera principal, hasta la casa de una hermana de mi madre y allí nos refugiamos hasta que nos hicieron volver". Así relata Nailantei Leng'ete como escapó la primera vez de la cuchilla junto a su hermana mayor.

La segunda vez, su hermana no la siguió, por miedo. Sin embargo ella huyó a casa de una de sus profesoras, quien la ofreció cobijo hasta que reunió el suficiente valor para plantarle cara a su abuelo y decirle que ella no iba a pasar por eso.

Un acto muy valiente y un abuelo más comprensivo de lo que cabría esperar, hizo que la protagonista, pasara de la infancia a la adolescencia sin la ablación.


Este rito aleja a las mujeres de la escuela para siempre y las convierte en "mujeres" sin serlo, obligándolas a ser casadas, probablemente con un hombre mucho más mayor que ellas.


Nice, consiguió seguir con sus estudios superiores, y ayudó a otras tantas chicas a huir de esta práctica en su país. Sin duda un testimonio muy alentador. Que nos muestra como la lucha y la eduación, son la salida a este tipo de situaciones.


Neven Mimica, Por qué la mutilación genital femenina nos incumbe a todos, El País.

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